miércoles, 21 de agosto de 2013

Gracias Almorranas


Este verano recibí la visita de unas turistas inesperadas: Almorranas

No entraré en detalles para no ahuyentar a los mas pudorosos ya que lo que de verdad me interesa compartir es el viaje que me invitaron a hacer estas queridas huéspedes.

En primer lugar visité muchas páginas web gracias a las cuales pude confirmar que lo que tenía eran almorranas y todos los desencadenantes apuntaban a lo mismo: Alimentación y  stress.

Hacía meses que escuchaba una vocecilla en mi interior que me decía : Alimentación! y yo le contestaba : en Septiembre!. Había tenido unas anginas bastante virulentas y había adelgazado bastante así que empecé a atiborrarme de sobrasada, nutella y bollería industrial para subir unos kilos.

A esto hay que añadirle el stress que me creaba mi relación con mi hijo mayor que había venido a pasar el verano antes de irse a vivir a Miami con su padre. Me sentía incompetente en mi relación con él; Deseosa de conectar con él y pasar un verano de fábula, me auto-exigía unos niveles de armonía que eran imposibles de alcanzar dadas nuestras personalidades y nuestro pasado. Como en cualquier relación padre-hijo siempre hay temas por aclarar, reproches no dichos o explosivamente vomitados, rechazos encubiertos, en fin... que a pesar de desear hacer un buen papel como madre, me encontraba con que mis propios instintos e inercias  boicoteaban la convivencia. Estaba estresada y me sentía culpable. 

Soy por naturaleza curiosa y siempre me he sentido atraída por todo lo relacionado con lo espiritual, por llamarlo de alguna manera. Leo mucho y he aprendido a tener un filtro cuando leo artículos de este tipo. ¿ No os ha pasado nunca que andáis atascados con algo y ese día os aparece un artículo, un mensaje o un amigo que os abre una puerta a la comprensión de vuestra verdad? A esto se le llama Serendepia y a lo largo de mi vida se ha hecho muy presente, sobretodo cuando me abro conscientemente a ser guiada, me rindo o pido comprensión acerca de algún tema. 

El día en que empecé a sangrar ya había cambiado alimentación y estaba bastante descolocada con este tema. Me Llegó un artículo sobre arboles sagrados y su papel como canales de curación y como me encontraba en Sevilla para hacer un recado y además estaba cerca del Parque Maria Luisa, decidí darme un paseo al terminar mis obligaciones. Mientras estaba en un bar tomando una tila me vino un flash de un artículo que había leído en el pasado sobre la relación que tienen nuestras enfermedades y nuestras emociones y lo busqué en internet. En dicho artículo, esta señora relacionaba las almorranas con la culpa. No me vino de nuevo, no solo porque este verano me había sentido culpable muchas veces sino porque a lo largo de mi vida, es una emoción que ha estado muy presente. 

Busqué un árbol que me atrajera y no tardé mucho en encontrarlo. Tenía unas raíces que sobresalían y me tumbé en una de ellas. Pedí que se me mostrara lo que fuera que en ese momento necesitara saber para sanar. Intenté poner la mente en blanco y rápidamente me vino una imagen de mi infancia en la que mis primas se reían de mi ya que cuando íbamos a dormir a casa de mi abuela materna, siempre que pasaba algo me caían las culpas a mi. Tengo pocos recuerdos de mi niñez pero imagino que era bastante traviesa. Entendí que efectivamente era el tema recurrente de la culpa acumulada toda mi vida que venía a mi conciencia para ser liberada, para que dejara de ser un lastre y una limitación para relacionarme con cualquier ser humano que se cruce en mi vida. 
Hice un acto consciente de perdonarme a mi misma allí tumbada, con los ojos cerrados, en plena luz del día. No sentí ninguna verguenza, sabía que era un momento importante en mi vida como para estroperarlo con un “a ver que van a pensar...”

Conduje hasta Gerena y pasé a visitar a mi amiga Mónica, espejo y confidente en esta etapa de mi vida.
Le conté mi experiencia y me escuchó como hace siempre que le cuento estas cosas, atenta, sin juicio ( eso uno lo nota )...no creo que dudara de la efectividad de ese ritual pero me dio una crema que a ella le había ido de fábula después de parir.

Tres días después estaba perfecta y lo mas importante, sigo bien hasta hoy.

¿ Qué fue lo que me curó?

¿El cambio radical de alimentación que me  descubrió las bondades y beneficios de una alimentación sana siendo la prevención para futuras recaídas?

¿ La crema homeopática que cuidó amorosamente de mi piel?

¿El ritual en el árbol que registró mi deseo de liberar, mi intención de avanzar?

No podemos comprender todo pero si podemos abrirnos a experimentar nuevos caminos y sobretodo a escuchar ( y hacerle caso) la voz de nuestra alma que está deseosa de guiarnos.






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