jueves, 3 de diciembre de 2015

La reflexión como creación


El otro día un buen amigo lanzaba la idea de la necesidad de pasar de la opinión pública a la reflexión pública y pienso que tenía razón. Parece que los seres humanos tendemos a generar opiniones como si fueran churros sin pararnos a reflexionar en profundidad sobre los asuntos de los que opinamos. No solemos reflexionar, imagino, por falta de costumbre, por pereza y sobretodo, porque no se nos ha enseñado el placer que nos puede producir hacerlo.

Reflexionar requiere tiempo y la voluntad de averiguar honestamente qué pensamos sobre una tema independientemente (sobretodo independientemente) de lo que piensen nuestros amigos, nuestra pareja, nuestros padres, nuestro jefe, nuestra sociedad...etc. 

En este viaje hacia la reflexión es probable que regresemos sin una opinión, sin una certeza o a lo mejor volvemos con más preguntas o con ganas de investigar y documentarnos sobre ese tema. Esto genera mucha excitación y no es de extrañar, ¡Estamos creando! ¡Estamos pariendo ideas! y no estoy hablando de ideas que vayan a pasar a la historia (si ya está casi todo dicho, además) en algún libro de Filosofía. Son nuestra ideas, nuestra verdad. Ya no son las de papá y mamá aunque lleguemos, en ocasiones, a la conclusión de que en algunas cosas compartimos visión. Las hemos reformulado y hecho nuestras. Al fin.

Insisto en que para mí la reflexión es una creación porque cuando decido reflexionar sobre un tema me siento como se puede sentir un pintor ante un lienzo en blanco o un poeta que con una sola idea se dispone a abrir su libreta y a dejarse llevar. Cada una de mis reflexiones a su vez contribuyen a la creación de mi propia moral, mis propias creencias, mi amor propio...conforman mi ideario de vida, hecho a mi medida, acorde a mi personalidad, a mis vivencias hasta el momento y  perfecto para lograr mis objetivos. Creo que llegar a conclusiones sobre un asunto, fieles a lo que soy de verdad  (aunque hace 700 años algún personaje ya las expusiera) produce las mismas sensaciones que escribir un poema, es pura oxitocina. 

Reflexionar de verdad implica dirigirnos a una habitación en la que está reservado el derecho de admisión y sólo pueden entrar la honestidad, la justicia o la bondad, entre otros...La mentira, la excusa, el miedo, la pereza o la indiferencia no son bienvenidos, por tanto, de esa habitación siempre salimos renovados. 

Sigo viendo una fila de creencias heredadas haciendo cola para entrar en esa habitación y ser transformadas para alcanzar la autenticidad. 

Sobra decir que estas son mis reflexiones, es decir, mi reflexión sobre la reflexión (Valga la redundancia)