sábado, 3 de noviembre de 2018

Reflexión sobre las trampas de la Nueva espiritualidad



Se extiende dentro de la oferta de experiencia "espiritual" la idea (propaganda) de que podemos “crear nuestra vida”, “diseñar nuestra realidad”, “cumplir todos nuestros sueños”, debido a que en realidad, no lo sabíamos, somos pequeños dioses con dichas capacidades (y muchas otras)
Si aplico mi discernimiento y agudizo el oído me parece estar escuchando viejos cantos de sirena que podrían estar activando con fuerza la necesidad de poder del ser humano. Antes me sonaba coherente debido a mi inocencia (que para escribir cuentos infantiles es muy útil) y a mi orgullo, que se activaba sutilmente. Pero es muy fácil que las experiencias espirituales degeneren lentamente cuando éste segundo, poco a poco, toma el control.
Mi sentido común me dice que si existe un Dios, experimentarlo y asumirlo en mi vida, debería despertar en mí valores como la humildad, por ejemplo. Y que se nos cuente como espiritual que podemos influenciar la realidad, despertar poderes psíquicos e incluso canalizar a seres espirituales/guías como lo más natural (y conveniente) del mundo, me despierta mucha resistencia y me pide prudencia.
En casa de mi abuela en el pueblo, cuando hablábamos de con quién habíamos estado se nos preguntaba ¿D´on li diuen? que quería decir ¿a qué familia pertenece? e inmediatamente, con el apellido o el “malnom”, se sabía con certeza a que saga pertenecía, si tenían buena fama, o todo lo contrario.
¿Qué pasa con lo que hay en el otro lado del velo? yo no lo sé, y hoy por hoy no quiero saberlo, sinceramente, porque si lo que es arriba es abajo, puede haber de todo, y nosotros, nos guste o no, somos tremendamente vulnerables e inocentes ante lo Desconocido. El miedo es una emoción humana que nos advierte de un posible peligro, y parece que en este momento de la historia hemos metido a todos los miedos en el saco de: algo que superar. Bueno, pues a lo mejor no todos, no al menos los que nos piden prudencia.
Es humana la necesidad de saber y presiento que en el aceptar el hermoso misterio que es la vida y en renunciar a saberlo todo, también se puede encontrar una gran paz.
La buena noticia es que podemos utilizar esta necesidad de poder para ejercerlo sobre nuestro proceso de maduración e integración psicológica. Esta experiencia, si se hace con seriedad, no proporciona estados de éxtasis, exige voluntad y esfuerzo, asumir responsabilidades, estar dispuesto a corregir actitudes, trabajar con las adicciones, reconocernos y amarnos en nuestras virtudes y defectos, ponernos en paz interiormente y con los demás, protegernos de dudosas influencias, e incluso proteger en ocasiones a lo demás de nosotros mismos...No se promete la iluminación, pero es que, sinceramente, ¿Para qué la quiero?
Me recuerdo tremendamente feliz de pequeña sintiéndome hija de un Dios creador, y llamándole Padre en mis pequeñas oraciones. Y ya de mayor, me he recriminado y burlado de mí misma al sorprenderme haciéndolo de nuevo con total naturalidad y alegría. Me decía: Venga mujer, que esta idea de Dios está pasada de moda ¡madura!
Quizás investigar sobre los inicios de mi experiencia de Dios pueda darme algunas respuestas al por qué la oferta del supermercado espiritual ha dejado de interesarme.
En cualquier caso, estas reflexiones son en base a mis experiencias personales de quince años en este ámbito, a la autoobservación de mis pensamientos y emociones y a la observación exterior. Cada uno tiene derecho y es responsable de buscar y vivir según su propia verdad.


Me gusta desdecirme, me da credibilidad (conmigo misma)

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