domingo, 11 de noviembre de 2018

Análisis y comprensión (apuntes sobre la recuperación de mi Fe)



Cuando establecemos límites o prohibiciones a nuestros hijos lo hacemos basados en un conocimiento y experiencia que ellos, por su escasa edad, todavía no tienen.
¿Cómo acostumbran a recibir los niños estos límites?
Algunos de estos límites son aceptados de buen grado porque son fácilmente comprensibles, por ejemplo, no agredimos, no insultamos, nos hablamos con respeto, no mentimos, no robamos.
Hay otros límites que no son tan bien recibidos, y a menos que el adulto se haya ganado la confianza y el respeto del niño, despiertan resistencia, sensación de injusticia, y en muchos casos deseos de transgresión.
Algunos de estos límites son difíciles de explicar a los niños, por ejemplo, prohibir ciertos contenidos en las pantallas, advertencia sobre amistades o la prohibición de no hablar con extraños.
Si el niño pregunta sobre el porque de dichos límites nos encontramos en la tesitura de tener que explicarles que es peligroso, dicho lo cual, es posible que deseen obtener más información sobre dicho peligro. Dar explicaciones induce al miedo y veces, depende de la educación que hemos tenido, nos resistimos a hacerlo porque no queremos que conciban el mundo como un lugar hostil.  El miedo es una emoción humana que existe por una razón, y es precisamente esta: advertirnos de los peligros. A veces, sin embargo, hacemos todo lo contrario, advertir de muchos peligros con la esperanza de que que el miedo sea la armadura que los proteja. Es comprensible que tomemos estas posturas, aunque deberíamos poder encontrar un término medio.
Cuando los hijos son adultos los entregamos a la vida con la esperanza de que nuestras recomendaciones y nuestro ejemplo hayan sido lo suficientemente coherentes y en algo los hayan influenciado para que tengan una buena vida, sean buenas personas y no se vayan por el mal camino.
Veo un claro paralelismo entre la relación Padres-hijos y la relación Padre (Dios)- Hijo (hijo de Dios)
Leyendo los evangelios después de casi cuarenta años y habiendo vivido bastantes experiencias (algunas realmente complicadas), ahora no me cabe duda de que las recomendaciones y advertencias de Jesús configuran una clara y sencilla guía para la vida.
En mi opinión, si en algún punto sus conceptos nos obligan a tomar conciencia de ciertos peligros, despertando el miedo, no es con un afán de represión o imposición de prohibiciones caprichosas; es con una clara y amorosa intención de protegernos y advertirnos de los peligros.
Es lícito y comprensible que en nuestro proceso de maduración necesitemos y llevemos a cabo la empresa de establecer nuestras propias reglas y construyamos nuestra moral personal. Aprendemos casi siempre del error, y aunque a veces el precio es considerablemente alto, también esta manera de transitar la vida nos permite aprender a responsabilizarnos de nuestras elecciones y asumir las consecuencias.

Un padre, un niño y una vela prendida. El niño mira la llama que brilla. Le divierte y atrae. Quiere tocarla. El padre le advierte de que no lo haga, pues quema y le causaría dolor. El niño no le acaba de creer y persiste en su intento de tocarla, obligando al padre a tener que detener en repetidas ocasiones la mano del niño. Sin embargo, el niño sigue insistiendo, la llama lo tiene hipnotizado. El padre decide no volver a interferir en el deseo de experiencia del niño y permite que descubra por sí mismo las consecuencias. El niño toca la llama y se quema. Aúlla de dolor y grandes lágrimas empiezan a correr por su mejillas. El padre sonríe y lo abraza con ternura. No hacen falta palabras, el niño se arrepiente de su acción y comprende que quizás de ahora en adelante no deba dudar de todo lo que le dice el padre.

Jesús en los evangelios advertía claramente sobre la adivinación (astrología, tarot, cartas guía, registros Akashicos), el espiritismo (canalización), falsos profetas (promesas de ascensión, multidimensionalidad...)

Pienso que no era una advertencia para quitarnos el poder, sino para que a la larga dichas prácticas no nos lo quiten.

¿Somos conscientes de lo tremendamente sugestionables y vulnerables que somos? Cuando se habla de adicción nos solemos referir a drogas o alcohol ¿Y las adicciones a la nueva información, al qué nos depara el futuro, a la nueva técnica de sanación, a conocer las leyes del universo, activar incluso glándulas que no habíamos escuchado en toda nuestra vida para poner al universo bajo nuestros pies?

Ahondando en este proceso de cuestionamiento me pregunto ¿Cómo es posible que cientos de personas aseguren que son hablados por el mismísimo Jesucristo que les trasmite las "verdaderas enseñanzas",  les explica como fue su "verdadera"vida, escriban sobre ello en libros y entre todos ellos haya diferencias? Porque si Jesús advertía sobre estas prácticas, ¿Qué sentido tiene que ahora él se presente a dar nuevas enseñanzas a través de ellas?

Da que pensar. Porque la única manera de dar por buenas las nuevas "verdaderas" enseñanzas es afirmar que los evangelios son falsos. Pero da la casualidad que me gusta mucho más el Jesús de los evangelios y lo que despierta en mí.

Antes de poder poner en cuestión todo esto es conveniente desprogramar las creencias que nos trasmitieron sobre un Dios castigador al que injustamente utilizaron para meternos en vereda (recomiendo el libro de Anselm Grün "Hacer las paces con Dios")
Una vez empezada esta tarea, la idea de Dios padre puede ser un verdadero descanso para los buscadores, los que como yo, necesitamos a Dios.
Progresivamente se desinfla una de falsas ilusiones, falsas expectativas y falsa autosuficiencia, y deja espacio para que poco a poco fluya un diálogo interior con Dios padre, que sigue permitiendo que se abran los ojos (duele, no lo niego) y siga aflorando el arrepentimiento que libera. Pedirle perdón, al contrario de lo que hubiera pensado antes de desprogramar las viejas ideas del Dios castigador, da mucha paz, y surge como algo natural. Y al igual que el padre de la parábola del hijo pródigo, él se alegra y nos recibe con infinito amor.


Nunca es tarde, y la dicha es buena.


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