martes, 22 de mayo de 2018

Pongamos que


Fotografía de Martine Franck

Pongamos que llego a vieja. Pongamos que vivo hasta los noventa años, lo cual me lleva a pensar y a asumir que tendré achaques, que me cansaré antes, que pasaré bastante tiempo sola, aunque participe de actividades y aprendizajes de mi gusto, quiero decir, que tendré suficiente tiempo para pensar, para recordar, es posible que mirando por una ventana. 
No necesariamente mis recuerdos vendrán acompañados de una melancolía que aplastará mi cuerpo. Si he cumplido con mi objetivo, hacer lo mejor que pueda lo que vine a hacer, pueden ser días para ser vividos con alivio, como un merecido descanso. Imprescindible elegir bien, a conciencia. Superar los miedos que me impiden adentrarme en nuevos escenarios. Perdonarme por mi errores, celebrar con vino el aprendizaje oculto. 
Da miedo imaginarme vieja. Caminar invisible por la ciudad. Pongamos que vivo hasta los noventa años. Es importante poder imaginarme vieja. Esfuérzate, me digo. Ese futuro depende de mi presente. No hay garantías. Puedes hacer yoga toda una vida, una caída, e igual te quedas jodida. Comes saludable, un cáncer, te mueres. No hay garantías. De una vejez feliz, o cuando menos serena, no hay garantías. ¿Conoces algún viejo feliz? si lo conoces, pregúntale su secreto. Por preguntar, nada más, porque es Su secreto. 

Cada uno, el suyo. El mío, todavía permanece oculto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario