jueves, 24 de mayo de 2018

Eugenio, el humorista que murió de pena


Después de ver el documental sobre la vida de Eugenio, el humorista que nos hizo reír tanto y que murió de pena, me siento obligada a aprender de sus errores.
Me pregunto cuántas mujeres y hombres elegirían dedicarse al trabajo del cuidado del hogar si éste fuera justamente remunerado. Es posible que también fuera necesario, para poder elegir con verdadera libertad, transformar las creencias que tenemos sobre la elección de dicho camino, como prioritario.
Parece que hoy en día, dedicarse al hogar es sinónimo de estar desperdiciando nuestros talentos. Pero, si consideráramos "amar-cuidar bien" un talento humano a desarrollar (al nivel de cualquier otro arte, ciencia...), quizás podría ser elegido como un legado valioso para las futuras generaciones de nuestro clan. Tanto como lo sería el legado de cierto status o patrimonio material.

"Amar bien", entendido, en primer lugar, como el cultivo del amor propio que nos salvará de la martirización y el sacrificio innecesario.
"Amar bien" apoyar y no solucionar.
"Amar bien" atender necesidades, no deseos.
"Amar bien" observar, limitar la intervención.
"Amar bien" respetarse y respetar los espacios del otro (otros)
"Amar bien" escuchar, acariciar, poder presenciar el despliegue de lo que cada miembro de la familia es
"Amar bien" comunicar, dialogar, no avasallar e imponer.
"Amar bien" hacer autocrítica, abandonar la hipocresía, ser coherente...
y tantas otras cualidades del bienamar. A mí todas ellas me parece difíciles de lograr. Un Arte, un verdadero talento a cultivar. 
Eugenio murió de pena porque se dio cuenta de que había malgastado su vida. Tuvo un éxito sin precedentes, pero sus mujeres e hijos tuvieron que hacer enormes esfuerzos en el documental por justificar lo injustificable. Falló como padre y como pareja, no lo pudieron negar. Un retrato de una vida fracasada de la que aprender.

No hay comentarios:

Publicar un comentario