martes, 3 de diciembre de 2013

X y la presión de las expectativas


X es un niño de 7 años al que conozco del aula de apoyo. El primer día que vino, no logramos que se sentara ni un minuto de la hora que dura la clase. En ese ir, venir, saltar, romper, gritar, provocó tal caos, que ninguno de los demás niños pudo hacer nada. Estábamos todos estupefactos viendo lo que a simple vista era un espectáculo de "mal comportamiento".

Está claro que la realidad era y es otra. Parece que el ámbito familiar de X presenta algunas dificultades que como consecuencia lo convierten en un hogar inestable. La cuestión del post no es esa.

A mi me importa X.

Después de esa primera experiencia acordamos con Rocío, la psicóloga, averiguar qué cosas le gustan a X para tomarlo como punto de partida para motivarlo y contenerlo y a la vez mostrarle que nos importan sus gustos y preferencias.

Averiguamos que lo único que le gustaba era su bici. Bueno, era un inicio. Gracias a internet para la siguiente sesión habíamos averiguado tantas cosas de la bici que las volcamos en algunas hojas con muchas ilustraciones acompañadas de algo de material de lecto-escritura y matemáticas con la esperanza de que también pudiéramos añadir algo de aprendizaje curricular.

A esto se le llama educación desde la experiencia y hay un libro muy interesante de una maestra cordobesa que aplicaba este tipo de aprendizaje en sus clases, sobretodo con los niños mas conflictivos.
Se llama Isabel Agüera y el libro "Educar desde la experiencia".

Esta tarde Rocío me ha dado la primera hoja que llevaba una ilustración muy bonita de la evolución de la bicicleta ( por cierto, Leonardo Da Vinci ya la dibujó en el 1400 aunque no se fabricara hasta el 1800, mas o menos, la primera drasiana, que es el nombre de la primera bicicleta)

Me ha dicho: Si logras que ponga su nombre y haga un dibujo de una bici detrás, vamos bien.

La hoja presentaba un ejercicio en el que se pedía escribiera el nombre de las partes de la bici.

X estaba expectante y yo relajada porque las directrices de Rocío me ponían la cosa fácil.

Para no explicar toda la sesión e ir al grano os cuento que no solo ha escrito su nombre, ha pintado su bicicleta, sino que ha escrito el nombre de su bicicleta ( Pepita la gallega) y me pedía mas, mas..¿ahora que escribo? pues las partes de la bici. Si, Si, decía emocionado.

Entusiasmadas, aunque disimulando ( no se fuera a romper el hechizo ) estábamos Rocío y yo viendo a ese niño realmente disfrutando del aprendizaje como si fuera un juego.

Al salir de la clase he ido con el coche a "robar" tronquitos de un campo donde el otro día descubrí que tras el arado, habían salido trozos de tronco y raíces con el tamaño perfecto para empezar la chimenea. 
Con el sol del final de la tarde y la alegría de la experiencia con X he empezado a recapitular y extraer conclusiones. 

En mi opinión, la falta de altas expectativas por mi parte respecto al desempeño de X, hicieron que  no ejerciera la presión típica del adulto que cree y quiere a toda costa que el niño cumpla con "su"expectativa, muchas veces, por desgracia, sin tener en cuenta las posibilidades, conocimientos y estado emocional del niño.

X, un niño etiquetado con el síndrome de Transtorno del déficit de atención, ha estado una hora sentado, concentrado e incluso apartando a sus compañeros que curiosos se acercaban, diciéndoles: Ey, dejadme trabajar! 

La conclusión a la que he llegado y que casualmente puedo aplicar a mi situación actual, es que las expectativas casi nunca nos llevan a buen puerto. Porque las expectativas, normalmente, solo tienen en cuenta los deseos y necesidades del que las tiene. Si tenemos expectativas ( y si son altas, ya ni te digo) no podremos evitar ejercer algún tipo de presión sobre el otro (en caso de que sea una expectativa sobre otra persona). Y esa presión, dada mi experiencia de hoy, es probable que logre precisamente todo lo contrario a lo que deseamos. 

Así que, sin expectativas, dejamos de concentrar nuestra energía en conseguir cierto resultado y nos abrimos a recibir la verdad de la otra persona. Sin manipulaciones, exigencias, reclamaciones, chantajes...

Y si dejamos de concentrar nuestra energía en una persona, también estamos abriéndonos a nuevas experiencias que no dependan de que otro se ajuste a nuestro ideal. 

Y uniendo la sabiduría de Einstein y la pasión de X por su bicicleta...

La vida es como montar en bicicleta, si no quieres caerte, sigue pedaleando. 













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