miércoles, 21 de marzo de 2018

Envidia



ENVIDIA

Es posible que a ti también te suceda,
o tal vez no.
A mí me pasa que, cuando accedo
a un lugar conocido,
casa, plaza, calle, un bar,
¿el cuerpo amado?
los movimientos de mi cabeza son limitados,
por no decir nulos.
¿Por qué se limita a permanecer estática sobre mis hombros?
No soy un caballo
ni tengo amo cruel que me haya
condenado con unas anteojeras.
Me lo pregunto mientras observo a un viejo desde mi balcón.
Él aparece en mi plaza cada día por el mismo ángulo.
Él deambula con sus manos cruzadas en la espalda.
Lo escudriña todo.
Cada edificio, portal, las baldosas,
¿Buscará alguna moneda perdida por los visitantes nocturnos?
Su cabeza, a diferencia de la mía,
se parece más a la de un cabritillo
o a la de un niño,
en aquel preciso instante en el que toma
el control de su cabeza
y se inicia en el descubrimiento de la compleja
y maravillosa realidad del mundo.
Sí, a mí me pasa que, cuando lo veo,
le envidio.
Es posible que a ti también te suceda
o tal vez no.

Ilustración: Vejez atemporal. Axel.


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