viernes, 7 de febrero de 2014

Seriedad e ironía; Sontag y Rilke


Temas que actualmente ocupan mis pensamientos.

Extracto del blog modernasalvaje.wordpress.com

Luego aparecen preocupaciones comunes. Por ejemplo, la ironía y la seriedad, tanto en el plano personal como la práctica artística. Tanto Rilke como Sontag privilegian la seriedad. Por contraste, admiten la utilidad de la ironía como “instrumento óptico”, como transitoria distorsión del sentido, de lo serio. Pero desaconsejan su entronización. Cada uno a su modo sugiere que, más que agudizar de la mirada, el gesto irónico convertido en dieta cotidiana puede ocasionar ceguera. O degenerar en frivolidad, que es una forma de ceguera selectiva.
De la seriedad escribe Sontag en una entrada de su diario fechada el 7 de enero de 1958:
La seriedad es para mí realmente una virtud, una de las pocas que acepto existencialmente y deseo emocionalmente. Me encanta ser alegre y olvidadiza, pero esto solo tiene sentido sobre el fondo imperativo de la seriedad”.
Sobre la ironía se pronunciará abiertamente casi una década después en “La estética del silencio”, un ensayo de 1967 incluido en su libro Estilos radicales:
El arte serio de nuestro tiempo ha gravitado sistemáticamente hacia las inflexiones más desgarradoras de la conciencia. Presumiblemente, la ironía es el único contrapeso viable para este solemne uso del arte como el ruedo donde se pone a prueba la conciencia (…) Mientras el arte se mantenga firme frente a la presión del interrogatorio crónico, parecería deseable que algunas de las preguntas tengan cierto matiz humorístico.
Pero esta perspectiva depende, quizá, de la viabilidad de la misma ironía.
A partir de Sócrates ha habido incontables testigos del valor que la ironía reviste para el individuo: como método complejo y serio para buscar y retener la verdad personal, y como medio para salvar la propia cordura. Pero a medida que la ironía se convierta en el buen gusto de lo que es, a fin de cuentas, una actividad esencialmente colectiva –la creación del arte- es posible que disminuya su utilidad”.
Por su parte, en la segunda de sus Cartas a un joven poeta (fechada el 5 de abril de 1903), Rilke aconseja:
Ironía: no se deje dominar por ella, especialmente en los momentos no creativos. En los momentos creativos intente servirse de ella, como de un medio más para captar la vida. Usada con pureza, también es pura, y no hay que avergonzarse de ella; y si se nota usted en excesiva familiaridad con ella, tema esa creciente intimidad, y vuélvase enseguida a objetos grandes y serios, ante los cuales usted sea pequeño e inerme. Busque la hondura de las cosas; allí no desciende nunca la ironía; y al dirigirse así al borde de lo grande, examine, a la vez, si esa manera de ver corresponde a una necesidad de su naturaleza. Pues de esa manera, bajo el influjo de las cosas serias, o bien se desprenderá de usted (si es algo casual), o bien (si es algo realmente propio e innato en usted) se reforzará hasta ser un instrumento serio, ordenándose en la serie de los medios con que usted debe formar su arte”.

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