miércoles, 5 de diciembre de 2018

Pedir ayuda a Dios...¿y perdón?



Dudo que sea la única persona en el mundo que no considerándose creyente cristiana ha suplicado a Dios (no al “dios” interior) por ayuda en momentos de profunda angustia, confusión (el socorrido “Dios, si es que existes..) o al darse cuenta de que alguna de sus acciones podría tener consecuencias muy negativas para sí mismo y para los demás. Este buscar a Dios no se da porque vivamos un momento de debilidad o que nuestra inteligencia se haya visto de pronto disminuida, yo creo que más bien es al contrario, en esos momentos recordamos la ley natural de Dios que está sellada en nuestro corazón. 
Es posible que ante esta súplica, efectivamente, suceda algo que nos muestre que ha habido una respuesta de Dios. Cuando esto sucede, se sabe, se siente…a veces es una dosis extra de fortaleza o serenidad para afrontar momentos difíciles que pueden sostenerse en el tiempo, a veces nos recuperamos rápidamente o alguien por quien hemos rezado, se restablece positivamente de una enfermedad o un bache emocional.
A menos que, además de clamar a Dios, también hayamos hecho otro tipo de rituales o búsquedas de respuestas por otras vías, nos queda muy claro que hemos sido escuchados. ¿Por qué entonces, después de estas experiencias, nos seguimos empeñando en seguir jugando a vivir la vida según nuestra voluntad y nuestra propias reglas? ¿Por qué no nos interesamos por lo que espera de nosotros este Dios que ha escuchado nuestra plegaria? ¿Por qué nos seguimos dejando tentar por propagandas en las antípodas de la ley del Dios creador? 
Yo creo que ante la seductora propuesta espiritual actual, este Dios cristiano y su Ley puede ser algo aburrido y restrictivo, todo hay que decirlo, es mucho más atrayente la espiritualidad que permite cierto relativismo moral en el que todo es experiencia y aprendizaje, y no hay necesidad de arrepentirse de nada, sólo extraerle el aprendizaje ¿Dónde cabe el concepto de pecado, transgresión? ¿Cómo entender y aceptar la necesidad de pedir perdón si tenemos el ego más inflado que un camión?
¿No es lo mismo que hacemos los adolescentes rebeldes cuando renegamos de necesitar a nuestros padres y acabamos, ante las dificultades, volviendo en busca de ese abrazo…ese refugio que siempre está disponible? La buena noticia es que Dios, aunque permitirá que vivamos las consecuencias de nuestras acciones equivocadas, puesto que las tomamos desde nuestro libre albedrío, no es de esos padres que te dice “Ya te lo dije”. Cuando le abres sinceramente, sin condiciones, el corazón, Él ya sabe que te has dado cuenta de la mayoría de tus errores, y aunque quiere escuchar lo arrepentido que estás, sobretodo, lo que más desea, es que no te vuelvas a marchar.
“Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido y es hallado. Y comenzaron a regocijarse”
Lucas 15:22-24

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